Las peores epidemias son morales

Las peores epidemias son morales

 Ante las recomendaciones de encierro, más el cese de actividades recreativas, culturales y deportivas; parece que el hombre empieza a mostrar su peor cara. Egoísmo, impaciencia, inmadurez e irracionalidad son algunos de los síntomas que prevalecen en estos días.

 En la teoría, la cuarentena tenía la función de priorizar la salud de todos, con especial foco en las personas mayores. En la práctica, la solidaridad parece ser lo último en lo que se piensa. Góndolas vacías, donde cada cliente compra pensando en suministros hasta el año siguiente; largas filas de desesperados, que crean un clima hostil; fiestas clandestinas, creyendo que la ordenanza solo se aplica para unos pocos.

 Estos días han sido la clara muestra de que el hombre es el lobo del propio hombre. No hay que buscar un culpable por fuera, el virus solo se encargó de que este muestre su verdadera cara. El claro ejemplo lo dio en la noche del sábado Miguel Ángel Paz, quien se resistió a quedarse en su departamento tras volver de viaje, y ante la negativa del guardia de su edificio, le hizo sufrir una verdadera golpiza.

Los golpes a un vigilador en Olivos, cuando le recriminó a un 
vecino que no cumplía con la cuarentena al regresar del exterior

El fin de semana en el Casino City Center fue otra muestra de lo que siente el hombre en términos de desesperación. Filas largas de autos, buscando ser uno de los “afortunados” en poder entrar. Claro, habrá pedido de quedarse en casa, pero es más importante el ir a gastar unas fichas.

 En suma, podemos mencionar los casos que se han presentado en todo el mundo, donde turistas que vuelven de países infectados asisten a fiestas y eventos sin el menor cuidado y sin el respeto a los más frágiles para esta epidemia. También las visitas a los familiares, que sin saberlo, pueden ser parte de una red de contagio, y el no informarse es parte de este circulo.

 

 Además, la solidaridad por los bienes se pone en juego cuando empiezan a escasear en las góndolas, y los atropellos por los insumos están a la orden del día. No podemos olvidar que los comercios hacen su parte, cobrando precios nunca antes vistos por alcohol en gel, barbijos y elementos higiénicos.

 Al revés de lo que debería ser el mundo, lo impráctico en la ejecución de los cuidados está en evidencia. Parecería ser que conservar la calma en estos casos es todo un desafío, y el ambiente que genera el egoísmo de la gente es la demostración. Dicho en otras palabras, el hombre que quita su verdadera mascara, ya que la normalidad era simplemente un velo, que el Coronavirus se encargó de correr.