Expertos en Nutrición coinciden en que una elección alimentaria consciente debe basarse en información confiable y no en modas, mitos populares ni mensajes simplificados que circulan en redes sociales o en el marketing de la industria.
Hoy en día es común encontrar en góndolas de supermercados o dietéticas productos con etiquetas llamativas que rezan “sin conservantes”, “100% casero”, “sin ingredientes artificiales” o “libre de aditivos”. Pero, frente a tantos mensajes seductores, surge la pregunta: ¿cuánto hay de cierto en estas afirmaciones? Y sobre todo, ¿qué lugar pueden ocupar los alimentos procesados dentro de una dieta equilibrada, en tiempos donde lo “casero” suele asociarse automáticamente con lo saludable?
Procesar no siempre es negativo
Un grupo de nutricionistas nucleados en PROFENI (Profesionales en Nutrición Infantil) sostiene que, en medio de una creciente conciencia social sobre la alimentación y el auge de la crítica hacia los llamados “ultraprocesados”, se está cometiendo un error conceptual: demonizar de manera indiscriminada a todos los alimentos que pasaron por algún tipo de procesamiento.
“El problema no es el procesamiento en sí, sino qué tipo de procesamiento se hace y con qué fin”, explicaron. Técnicas como la fermentación, pasteurización o el agregado controlado de aditivos permiten garantizar la seguridad, conservar nutrientes o facilitar el acceso a productos básicos.
Un ejemplo claro es el de los lácteos: la pasteurización, proceso que consiste en calentar la leche a una temperatura específica durante un tiempo determinado, es clave para eliminar microorganismos peligrosos. Se trata de una práctica industrial necesaria para resguardar la salud, y no de una estrategia de la industria para “empeorar” un alimento.
Procesados no son todos iguales
La especialista en Nutrición Pediátrica de la UBA, Mariana Raspini, advierte que “no es lo mismo hablar de una gaseosa azucarada, unas galletitas rellenas, un pan integral o un yogur con fermentos vivos y frutas”. Sin embargo, bajo la categoría de “ultraprocesados” muchas veces se los mete en la misma bolsa, lo que genera desinformación.
La popular clasificación NOVA define a los ultraprocesados como productos fabricados con ingredientes industriales que priorizan sabor y durabilidad por sobre valor nutricional. Si bien esta categoría se cita a menudo, distintas entidades científicas la cuestionan por su falta de precisión y su escasa utilidad para orientar elecciones reales de consumo.
El rol de los aditivos
Una de las críticas más frecuentes hacia los alimentos industrializados es la presencia de aditivos. Sin embargo, su uso está regulado internacionalmente. FAO y OMS, junto con agencias nacionales como la ANMAT en Argentina, exigen rigurosas pruebas de seguridad antes de aprobarlos.
“No todos los aditivos son iguales ni tienen la función de engañar al consumidor”, explican desde PROFENI. Muchos se usan para garantizar estabilidad, mejorar la textura o asegurar que un alimento llegue en buen estado hasta la mesa. Demonizarlos sin distinción es, según los nutricionistas, un error que confunde más de lo que ayuda.
Casero no siempre es sinónimo de saludable
Lo casero tiene ventajas, pero no es garantía de inocuidad. La doctora Andrea Fabiana González, jefa del Departamento de Alimentación del Hospital Udaondo, advierte: “Una bebida vegetal hecha en casa, sin control microbiológico, puede resultar peligrosa, mientras que productos industrializados elaborados bajo normas de calidad son seguros y nutritivos”.
Además, preparaciones caseras como tortas o guisos pueden contener altos niveles de azúcares, grasas y sal, comparables o incluso superiores a los de algunos productos procesados.
Comer con conciencia, no con miedo
La tendencia actual en pediatría y nutrición es promover la alimentación perceptiva y consciente. Este enfoque propone dejar de lado el temor a los ingredientes individuales y, en cambio, prestar atención a cómo, cuándo y por qué comemos. No se trata de mirar con lupa cada etiqueta, sino de construir una relación sana con los alimentos basada en conocimiento, equilibrio y disfrute.
Como sostiene la licenciada María Soledad Cabreriso, especialista en Nutrición Maternoinfantil: “No podemos comparar un yogur con una golosina. El primero aporta calcio, proteínas y microorganismos beneficiosos; el segundo, en su mayoría, azúcar que conviene limitar”.
Tiempo, practicidad y nutrición
La falta de tiempo es una realidad que condiciona a muchas familias. En este contexto, alimentos procesados como pescados, verduras o legumbres enlatadas, yogures y quesos pueden ser aliados valiosos. No solo facilitan la preparación de comidas rápidas, sino que aportan nutrientes clave y cumplen con estándares de seguridad alimentaria.
El especialista Alberto Arribas, presidente de la Asociación Civil Supersaludable, resume: “Un alimento procesado puede ofrecer nutrientes de calidad. La clave es no juzgarlo por su etiqueta de ‘industrial’, sino por su composición y el lugar que ocupa dentro de la dieta”.
En tiempos de sobreinformación, donde abundan las modas alimentarias y los mensajes simplificados, los especialistas insisten: no hay alimentos buenos o malos en términos absolutos. Lo que importa es la calidad nutricional, la frecuencia y la cantidad en que se consumen.