Cada 16 de octubre, el mundo se une para reflexionar sobre el derecho a una alimentación adecuada y sostenible. El hambre y la malnutrición siguen siendo una deuda pendiente que exige compromiso global..
El Día Mundial de la Alimentación, instaurado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en 1979, se conmemora cada 16 de octubre con un propósito claro: concientizar sobre los problemas del hambre, la desnutrición y la seguridad alimentaria.
Más de 735 millones de personas en el mundo aún padecen hambre, según el último informe de la FAO. En un planeta con recursos suficientes para todos, esta cifra expone una de las paradojas más profundas de nuestro tiempo: el desafío no es producir más, sino distribuir mejor y consumir de forma sostenible.
El hambre, una realidad que golpea cerca
En América Latina, la inseguridad alimentaria afecta a uno de cada cinco hogares. En Argentina, el contexto económico y los aumentos en el costo de vida han incrementado la vulnerabilidad de amplios sectores, especialmente en familias con niños y adultos mayores.
“Garantizar el acceso a una alimentación nutritiva no es solo una cuestión de políticas públicas, sino de justicia social. La seguridad alimentaria debe ser un compromiso de todos los actores: gobiernos, productores, empresas y consumidores”, señalan desde el Programa Nacional de Alimentación Saludable.
Alimentación y cambio climático: dos crisis conectadas
El cambio climático también amenaza la seguridad alimentaria. Sequías, inundaciones y olas de calor afectan la producción de alimentos y encarecen su precio. Promover sistemas agroecológicos y reducir el desperdicio son pasos clave hacia una alimentación sostenible.
La FAO destaca que un tercio de los alimentos producidos en el mundo se pierde o desperdicia. Esto no solo representa un problema ético, sino también ambiental: cada alimento que no llega al plato implica agua, energía y recursos naturales malgastados.
Educar y actuar: la clave del cambio
Fomentar la educación alimentaria desde la infancia es fundamental. Enseñar a leer etiquetas, elegir productos frescos y locales, y reducir el consumo de ultraprocesados son prácticas que fortalecen la salud y el planeta.
“Una buena alimentación no es un privilegio, es un derecho humano básico. Garantizarlo requiere políticas sostenidas, pero también decisiones individuales más conscientes”, afirman especialistas en nutrición de la Universidad Nacional de Rosario.
Un llamado a la solidaridad
El Día Mundial de la Alimentación es, en definitiva, una invitación a repensar cómo producimos, consumimos y compartimos los alimentos. Porque detrás de cada plato hay una historia, un esfuerzo y un compromiso con la vida.