Desde el Parkinson hasta la diabetes, científicos trabajan en tecnologías capaces de detectar patologías a través de la “firma química” del cuerpo.
El cuerpo humano habla de muchas formas: a través de síntomas visibles, cambios de humor, alteraciones en la piel o variaciones en el peso. Pero existe un lenguaje menos explorado y a la vez revelador: el olor. Lo que desprendemos por el sudor, el aliento o la piel no es solo un rasgo personal; en muchos casos, puede ser una señal temprana de nuestro estado de salud. Estudios recientes en medicina y biología confirman que el olor corporal guarda información valiosa sobre enfermedades metabólicas, infecciones e incluso trastornos neurológicos.
La ciencia detrás del olor
Cada persona tiene una huella química única, compuesta por compuestos orgánicos volátiles (COVs) que se liberan a través del sudor, la orina, el aliento o la piel. Estos compuestos pueden variar según la dieta, el estilo de vida y, lo más importante, el estado de salud. Por ejemplo, la presencia de acetona en el aliento puede indicar diabetes mal controlada, mientras que olores similares al amoníaco pueden estar vinculados a problemas renales. Los investigadores afirman que, con la tecnología adecuada, el olor puede convertirse en una herramienta diagnóstica no invasiva.
Ejemplos históricos y clínicos
La medicina tradicional ya reconocía el valor del olfato. En la antigua Grecia, Hipócrates describía cómo ciertos olores estaban asociados a enfermedades específicas. Hoy, la ciencia moderna confirma esas observaciones.
-
Diabetes: un aliento con olor frutal o dulce puede ser signo de cetosis.
-
Enfermedades hepáticas: olores similares a pescado o ajo rancio pueden advertir insuficiencia hepática.
-
Problemas renales: un olor fuerte y persistente en el aliento, parecido al amoníaco, puede señalar insuficiencia renal.
En la práctica clínica, los médicos aún recurren a este “diagnóstico sensorial” en casos extremos, aunque cada vez más lo acompañan con pruebas de laboratorio.
El caso del Parkinson y otros avances
Uno de los ejemplos más sorprendentes de este campo es el caso de Joy Milne, una mujer escocesa que detectó un olor distinto en su esposo más de diez años antes de que fuera diagnosticado con Parkinson. Su sentido del olfato extraordinario permitió a los investigadores identificar compuestos específicos en el sebo de la piel de pacientes. Este hallazgo abrió la puerta a nuevos estudios que buscan identificar “firmas olfativas” de enfermedades neurológicas.
A la par, varios equipos científicos trabajan en el desarrollo de “narices electrónicas”: dispositivos equipados con sensores y algoritmos de inteligencia artificial capaces de analizar COVs y compararlos con bases de datos médicas. El objetivo es que, en un futuro, un pequeño aparato portátil pueda dar alertas sobre enfermedades antes de que aparezcan los síntomas clínicos.
El rol de los animales
No solo los humanos pueden detectar enfermedades a través del olor. Perros entrenados han demostrado ser capaces de identificar cáncer de pulmón, colon y mama con gran precisión. Ratas africanas, por su parte, se utilizan en programas de salud en África para detectar casos de tuberculosis, logrando acelerar diagnósticos en comunidades con acceso limitado a laboratorios.
Estos ejemplos refuerzan la idea de que el olor es un biomarcador confiable y, en muchos casos, más accesible que otras técnicas costosas.
El futuro del diagnóstico por el olor
El desafío ahora es trasladar estos descubrimientos a la práctica clínica cotidiana. Los expertos señalan que las narices electrónicas aún deben superar barreras técnicas, como la necesidad de calibración constante y la variabilidad de los olores según factores externos. También surgen preguntas éticas: ¿qué ocurre si un dispositivo detecta una enfermedad sin consentimiento? ¿Cómo se protege la privacidad de la “firma olfativa” de cada persona?
Pese a estos interrogantes, el potencial es inmenso. Diagnósticos rápidos, económicos y no invasivos podrían revolucionar la medicina preventiva, permitiendo que muchas patologías se identifiquen en etapas tempranas.El olor corporal, tantas veces asociado a higiene o estética, es en realidad un mapa químico de nuestra salud. Aunque todavía falta camino por recorrer, la ciencia confirma que el olfato humano —y las tecnologías inspiradas en él— puede convertirse en un aliado poderoso de la medicina. Tal vez en un futuro cercano, el diagnóstico médico ya no requiera agujas ni análisis complejos, sino simplemente prestar atención a lo que siempre estuvo presente: el aroma de nuestro propio cuerpo.