La economía argentina: entre el vértigo del ajuste y la ilusión del crecimiento

La economía argentina: entre el vértigo del ajuste y la ilusión del crecimiento

La desigualdad no es solo una estadística, es una sensación creciente en la calle. Basta recorrer cualquier ciudad para ver que la reactivación no se traduce en bienestar.

A primera vista, la economía argentina vive un momento de repunte inesperado. Los números parecen favorables: el Producto Bruto Interno creció un 7,6 % en el segundo trimestre del año, la inflación mensual se moderó al 1,5 %, y organismos internacionales como el FMI y la OCDE revisaron al alza sus proyecciones de crecimiento para 2025. Pero detrás de estas cifras optimistas se esconde una realidad mucho más compleja, donde el costo del “milagro económico” lo paga, una vez más, el pueblo.

El crecimiento como espejismo

Sí, la economía crece. Pero, ¿a quién beneficia realmente ese crecimiento? El repunte se apoya en sectores puntuales como la construcción, el comercio y el agro, mientras amplias franjas de la población siguen excluidas del acceso al consumo. Hoy, mientras se disparan los vuelos al exterior y las ventas de autos de alta gama, más del 50 % de los argentinos no logra cubrir sus necesidades básicas. Hay una recuperación, pero profundamente desigual.

La desigualdad no es solo una estadística, es una sensación creciente en la calle. Basta recorrer cualquier ciudad para ver que la reactivación no se traduce en bienestar. La inflación, aunque desacelerada, sigue por encima del 40 % interanual. El salario real continúa perdiendo poder adquisitivo y el empleo genuino no repunta: el desempleo subió al 7,9 %.

El ajuste tiene rostro

El gobierno de Javier Milei avanza con una hoja de ruta clara: ajuste fiscal extremo, reducción del Estado, y desregulación casi total. En nombre de la eficiencia económica se han desmontado programas sociales, congelado la obra pública y desguazado áreas clave del conocimiento y la investigación. El recorte al CONICET —que perdió más del 90 % de su presupuesto operativo— es apenas un símbolo de una política que no deja margen para lo social, lo comunitario o lo estratégico.

El presidente no disimula sus convicciones. Cuando el Congreso votó una actualización de las jubilaciones, respondió con una advertencia fulminante: “La voy a vetar”. Como si se tratara de una batalla personal, Milei convierte cada decisión institucional en una pulseada ideológica. Pero mientras tanto, miles de jubilados —con haberes por debajo de la línea de pobreza— marchan para reclamar lo mínimo: sobrevivir.

Dólar y reservas: una calma artificial

En paralelo, el Banco Central ensaya una flotación del peso que parece más un experimento que una política sostenible. El dólar oficial flota, pero las reservas siguen comprometidas. El próximo desembolso del FMI —USD 2.000 millones— se espera con ansiedad, como una cuota de oxígeno en medio del ahogo. La calma del tipo de cambio es relativa: la brecha con el dólar libre persiste y cualquier ruido político puede disparar nuevas corridas.

Milei frente al espejo

Lo que está en juego no es solo una curva estadística, sino el rumbo del país. Milei apuesta a un “shock de confianza” sostenido por los mercados, pero ignora el pulso de una sociedad que empieza a mostrar signos de hartazgo. Las protestas se multiplican, las provincias reclaman fondos, y la tensión entre el gobierno central y los actores sociales escala cada semana. No alcanza con hablar de eficiencia si la mitad del país queda afuera del modelo.

El experimento ultraliberal avanza con velocidad, pero corre el riesgo de estrellarse contra la realidad. Porque la economía no es una planilla de Excel. Es, ante todo, gente de carne y hueso que necesita trabajo, comida, vivienda y dignidad.

¿Y ahora qué?

El dilema de los próximos meses será claro: seguir profundizando un modelo excluyente o encontrar un punto de inflexión que permita incluir sin desordenar. No será sencillo. Milei parece decidido a no dar marcha atrás. Pero el termómetro social está subiendo y, en Argentina, la historia enseña que cuando la calle habla, los mercados escuchan… y tiemblan.

Por Redacción Multimedios Santa Fe